dilluns, 13 d’abril del 2015

Adéu, Eduardo

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“Hay un gran alboroto en el cielo. Està llegando Eduardo. El revoltoso, el poeta. Salen a recibirlo sus amigos de siempre, el gordo Soriano, Cortàzar, Benedetti, Juan Gelman con su hijo, y tantos otros... pero detràs de ellos, hay un rumor de alas, cobrizas y descalzas, humildes y màs inocentes que antes, son las almas de Latinoamèrica, aquellas que fueron ultrajadas, explotadas, contaminadas y torturadas, aquì en la Tierra.

Vienen a recibir al Hombre, ese que siempre los cuidò y los quiso, y los hizo visibles a travès de su inigualables palabras. Aquì abajo, los que sabemos su Verdad, estamos muy tristes, nos duelen las venas ahora màs abiertas que nunca. La sensibilidad ha perdido una mente y un corazòn, que nadie podrà reemplazar.

Don Eduardo era como mi papà. Y es muy grande decirle a un hombre que no conociste ni abrazaste, que es igual al hombre que màs amor te dio en la vida, pero es asì, los Maestros tienen ese don, ese aura, que nos ayuda a seguir siempre adelante aunque la herida duela infinitamente. Los pobres, las mujeres golpeadas, los poetas, la sabiduria, la humildad, el pueblo màs remoto de nuestro continente, los explotados, la alegrìa, los fumigados... todos absolutamente todos, nos sentimos un poco huèrfanos, un poco como esos niños que èl nos mostraba bañados de pureza, pese a los horrores.

¿Quien como èl para luchar contra los poderosos, los dictadores, la soberbia? ¿Quien como èl para mostrarnos que lo real es lo que sentimos, sea por una persona, por la naturaleza, o la justicia? Hoy somos màs pobres, se ha ido el Hombre sin fronteras, y el mejor homenaje es seguir leyendo sus Verdades, y ponernos siempre del lado de los que sufren las monstruosas injusticias humanas, sin dejar de lado la alegrìa y el buen romance. Me duele este dìa, aunque sabìa que podìa llegar, duele mucho, pero no me impide confesar que a Eduardo Galeano, lo amè y lo amarè siempre, como a aquel hombre de mi infancia, que por las tardes yo esperaba ansioso porque sabìa que en sus bolsillos habìa caramelos. Hasta siempre ser de luz, nos veremos siempre en un verso o en una puteada porque, "al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos."

(Gaspar Rodenas)